Monday, September 21, 2009

Candelabra

Cerámica
La cerámica es probablemente la más conocida de las artes populares de México, y una de las más antigu
as. La cerámica seencuentra en todas las regiones del país, en diferentes formas y estilos. La cerámica mexicana era tradicionalmente hecha a mano, usando rollos o moldes. Llamada loza de barro, esta arcilla era horneada a baja temperatura. Antes de la llegada de los españoles a México, el cocimiento tenia lugar en hogueras. Los esmaltes minerales, el torno de alfarería y los hornos de apertura superior fueron introducidos por los españoles y a veces son usados en la actualidad. La loza corriente es decorada de manera simple. Viene en una gama de formas y tamaños. La mayoría de la cerámica esta hecha como recipiente de comida o líquidos. La loza más decorada con frecuencia se usa en ceremonias o en la decoración del hogar. Las vasijas son decoradas con barbotina (capas de arcilla liquida), pigmentos y esmaltes. Usualmente se fabrican figuras humanas o animales para la venta.
Algunas veces, los poblados se especializan en cierto tipo de cerámica. En muchas áreas del país, las mujeres hacen la loza común, y los hombres la decorativa; en otras, la familia entera trabaja unida para hacer
cierto tipo de loza.
La cerámica, al igual que todas las otras artesanías mexicanas, ha cambiado durante los últimos 100 años. La loza tradicional todavía se fabrica, pero usualmente solo para la venta.

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Saturday, September 19, 2009

Metepec: donde la vida se ha detenido


Metepec: un mundo de artesanías

Desde hace muchos años, Metepec tiene una bien ganada fama de centro productor y comercializador de cerámicas y artesanías, y es cuna de un motivo que le da significación y personalidad únicas: los árboles de la vida. Aquí les presentamos una panorama de lo que van a encontrar, y de alguna pequeña frustración que nos llevamos.

Los árboles de la vida, de barro rojo de baja temperatura, son bien conocidas: tienen el aspecto de un candelabro de brazos (aunque no siempre tienen soporte para velas) y sólo poseen un frente, que es donde se construye la arboladura y se trabajan los relieves y la ornamentación. Por la parte posterior son planos y casi siempre ásperos. Básicamente hemos distinguido dos tipos de árboles. Unos relativamente sencillos, de no más de 25-30 centímetros de alto y otros tantos de ancho, con adornos de hojas del mismo barro insertadas o sujetas al cuerpo con pequeños trozos de alambre. Pueden estar pintados con engobes o acrílicos, o bien con algún barniz brillante, verdoso o café, de baja temperatura. Estos árboles "sencillos" son los que habitualmente tienen bases para dos o más velas, y se suelen usar para este fin. Los árboles de la vida que más llaman la atención son los que están adornados muy profusamente con figuras humanas, como una especie de "árbol genealógico" que en realidad es una alegoría del Edén o el Paraíso.

En el centro del "tronco" y a los lados, en lo que serían las ramas, los artesanos incorporan muchas figuras, animales y naturalmente decenas de aquellas hojas ya mencionadas, pegadas al sustrato con alambres. Como las piezas se queman a baja temperatura, esta inserción no tiene problemas ya que el barro resiste el objeto extraño sin romperse (como el alambre sigue siendo flexible, se pueden mover ligeramente las hojas y acomodarlas al gusto de cada quien). Algunos artesanos, en lugar de colocar a Adán, Eva, la Serpiente y los personajes asociados, han dedicado árboles a los muertos, y entonces todas las figuras son esqueletos, o calacas como se conocen en México.

Estos árboles de la vida, que pueden medir más de un metro de altura y quizá lo mismo de ancho, se venden pintados o sin pintar. Los primeros llegan a ser simpáticos y coloridos (siempre al borde de la cursilería o lo naïve), y los otros, con su discreto rojo a la vista, austeros pero impactantes. Pueden costar entre 200 y más de 1,000 pesos (a principios de 1999, esto es entre 20 dólares y más de 100).

Sabemos que en Metepec se han hecho concursos de árboles de la vida, y nos explicaron que un conocido artesano, famoso por su talento y creatividad, se llama Adrián Gutiérrez y se puede encontrar en su taller de la calle tal, pero no tuvimos oportunidad de visitarlo. Es una deuda.

Metepec es más que árboles de la vida
Nuestra reciente visita a Metepec son dejó una visión algo confusa, diríamos frustrante. La calle Comonfort es sin duda la más indicada para la visita y las compras, porque a lo largo de cuatro o cinco cuadras se alinean, una tras otra, decenas de tiendas de artesanías, básicamente cerámicas. Curiosamente no hay muchos árboles de la vida, y en nuestro recorrido más o menos minucioso encontramos sólo dos dedicadas exclusivamente a este motivo, y con piezas que valieran la pena.

En otras tiendas puede ser que haya algunos árboles pequeños pintados con acrílicos, pero nada de mucho interés. El visitante no debe pensar que se encontrará aquí con un rosario de coquetas boutiques para turistas. Muchos de los negocios no son más que grandes almacenes dirigidos al medio mayoreo, desordenadas, mal presentadas y oscuras, donde van a surtirse pequeños comerciantes y minoristas de los mercados, y las tiendas de la ciudad de México y los alrededores. Sin ir muy lejos, delante nuestro alguien llenó la cajuela de su automóvil, hasta el tope, con platos, soperos y otras piezas de vajilla, lo que obviamente no iba dirigido a su casa sino a un comercio o revendedor. Claro, no todo es igual, y entre estos feos negocios hay otros mejor presentados y con una selección de productos más interesante.

Si no hay árboles, entonces veamos otras cerámicas
Aquí, nueva frustración. ¿Si no hay tantos árboles como uno esperaría, entonces qué venden? Venden de todo, pero verdaderamente de todo, incluso manufacturas que obviamente no son de la región sino que vienen de Guanajuato, de Morelos, y de otras áreas del estado de México. Quizá el tema recurrente son las vajillas de barro rojo, bastante rústico pero muy popular, que antiguamente venían de Michoacán y que ahora, nos dijeron, se hacen ahí mismo. Su decoración es muy típica y se basa en pequeñas guardas de flores hechas a base de gruesos puntos de pincel, con un esmalte verde o blanco, alrededor de un centro negro: como si fuera una margarita de pétalos redondos. La guarda está pintada como un cintillo por todo el interior, en el caso del tazón para sopa o pozole, y en el ala o borde del plato, las fuentes y demás accesorios. Nunca se pintan las partes exteriores de las piezas, salvo en el caso de las ollas o cacerolas altas y cilíndricas, para el arroz por ejemplo, que no tiene caso pintar por dentro. Para poner una idea de su costo: el platón sopero cuesta entre 5 y 6 pesos la pieza, 30 pesos (3 dólares) la media docena. Esta cerámica es muy vistosa y en los últimos años ha tenido una enorme difusión en el Valle de México. Se vende prácticamente en todos los mercados callejeros.

Si uno busca con cuidado o tiene suerte de encontrar un proveedor serio, tendrá piezas primorosas en su sencillez. Por desgracia, y como ocurre con otras artesanías mexicanas, la producción masiva en decenas de talleres anónimos produce una especie de corrupción que destruye todo el valor. Las piezas salen chuecas, rotas, manchadas o mal esmaltadas, sin el encanto por el que la gente y los turistas estarían dispuestos a pagar un peso más. No es que uno busque cosas perfectas, faltaba más, pero definitivamente una cosa es una artesanía y otra una chapucería.

Más allá de las vajillas de florecitas
Aparte de esta vajilla, en Metepec se pueden comprar muchos otros tipos de cerámica, pero en nuestra opinión, ninguna vale gran cosa. Había diseños francamente grotescos, mal hechos, ridículos, pintados con pinturas fosforescentes, como si alguien se dedicara a probar y probar, y todos sus fracasos y fallas las pusiera a la venta en lugar de destruirlas. También aparecen esos engendros supuestamente graciosos o humorísticos, como los tarros cerveceros que simulan un pecho de mujer, digamos una teta, y que despiertan más pena que simpatía.

Y vuelvo a la carga: no es que tengamos una actitud elitista o conservadora. Creo que sabemos reconocer cuándo hay un producto de valor, que merece seguirse haciendo, y que se compra y se usa con gusto, y cuándo estamos frente a productos comerciales, hechos al vapor y sin ningún cuidado.

Resumen: Metepec es sin dudas un lugar muy interesante para los aficionados a las artesanías y las cerámicas populares de México, porque dentro de su bullicio y diversidad es posible distinguir las grandes tendencias, los mitos y los avatares de estas artes. Una opción que recomendamos, sobre todo durante la semana, es tomarse tiempo para visitar algunos talleres de las inmediaciones (hay decenas). Es muy interesante visitar a quienes fabrican la vajilla roja o los árboles, y casi siempre reciben gustosos a quienes los visitan, mejor todavía si muestran algún interés de compra. Nosotros no lo hicimos ahora y no tenemos nada que recomendar, pero lo haremos en cuanto podamos regresar con algo de tiempo.

Para el almuerzo y de regreso a casa
Basta de cerámicas por hoy, que ya dijimos mucho. Con nuestras vajillas, y platos, y un bonito árbol de 200 pesos, comimos en el centro de Metepec, a unas tres cuadras de Comonfort y cerca del zócalo y la iglesia construida en la falda del cerro. Hay varios restaurantes y cafeterías, sencillos y de precios razonables. Si se desea otro menú, en la carretera de regreso a México, por la lateral derecha, hay un par de restaurantes lujosos, y hoteles como el Holiday Inn, que tienen comedores y bares. Más adelante, en la zona boscosa y alrededor del parque La Marquesa, hay un área de restaurantes mexicanos típicos, con carnes, truchas frescas y antojitos.

Cómo llegar a Metepec
Para llegar a Metepec desde la ciudad de México se toma la autopista de cuota a la ciudad de Toluca (por la continuación del Paseo de la Reforma); al concluir esta carretera y a partir de la glorieta con la estatua ecuestre de Emiliano Zapata, comienza el llamado Paseo Tollocan, que tiene vías centrales y laterales. Se avanza por el centro hasta la salida "Pilares" (hay un letrero y una flecha a la derecha), se abandona el carril central para tomar la lateral, y en el primer semáforo se dobla con cuidado a la izquierda. Pasamos por debajo de Tollocan y seguimos de frente por esta calle Pilares, que después de unos 15 minutos, con algunas curvas y topes, termina en la mismísima Comonfort y su centro de artesanías. Son unos 65 kilómetros de distancia, y se recorren en no más de una hora. El regreso es por la misma vía.

Por el paseo y la frustración: Dino Rozenberg

Thursday, September 17, 2009